Los antecedentes de la independencia de México pueden clasificarse en dos grandes grupos. Por un lado, los externos, es decir, sucesos que no ocurrieron directamente en Nueva España pero afectaron a su estabilidad. En este grupo se encuentra la Revolución Francesa, que trajo al virreinato los ideales de libertad de los revolucionarios franceses anti absolutistas, y la independencia de las trece colonias de Norteamérica, que fue un ejemplo de que en América era posible vencer al colonialismo europeo. [1]
Por otro lado los internos, en Nueva España el descontento hacia la dominación ibérica era generalizado. Durante tres siglos los nativos habían vivido oprimidos por los españoles, y además las principales oficinas del gobierno y la Iglesia eran ocupadas únicamente por españoles. Tal descontento motivó muchas revueltas contra los españoles, las cuales fueron fácilmente sofocadas. Las más conocidas son la de Martín Cortés (1565), Yanga (1608), los motines en la Ciudad de México (1692), Canek (1761) y la rebelión de los machetes (1698). Con este panorama es como se llegó a 1808, en el pleno ocaso de la Nueva España.
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